domingo, 8 de septiembre de 2013

EL JUGUETE

Hay lecturas pesadas y hay lecturas de playa. Don Quijote de La Mancha está en el primer grupo, es un libro largo y de lectura difícil. Maravillosa, quizá la lectura más maravillosa que un lector pueda leer, pero difícil.

En el verano de 1987, fue mi lectura de playa. Tenía que rendir Literatura Clásica Española en marzo y no tuve más remedio que leerla de un tirón en una playa de Punta Mogotes, en un verano inolvidable. Y no podía parar de leerla. Horas bajo la sombrilla o al sol.

Y lo leí en forma completa, hasta los romances. Hasta las novelas incluidas. Todo. Cincuenta y dos capítulos la primera parte y setenta y cuatro capítulos la segunda.

Y después tuve un sueño.

Soñé que en una estantería olvidada en la trastienda de una juguetería, Don Quijote de La Mancha era un juguete increíble. Era así: la montaña de Sierra Morena era la esctructura de aproximadamente 25 cm de diámetro y 25 cm de alto. De un plástico antiguo y funcionaba a cuerda. Cuando se le daba cuerda había una musiquita y Don Quijote cabalgaba sobre un Rocinante retacón, junto con Sancho Panza. Estaban todos los personajes: Dulcinea, el cura, el barbero, los duques, Andresillo, Roque Guinart, el bachiller Sansón Carrasco, etc. Todos se parecían bastante a los Playmóbil. En la base tenía unos cajoncitos que contenían más aventuras de Don Quijote. Era un juguete exquisito.

Sería bueno que ese juguete se hiciese realidad.






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